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Kadaj
Soy un "escritor" que pretende especializarse en todo lo que tiene que ver con los sentimientos, las reacciones, las variadas formas de razonar y en general todo lo que sea psicología en sí. Darle un porqué a lo que muchos no prestamos atención y poder usar aquello como entretenimiento general.
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Kadaj &Tamarakatsuki. Con la tecnología de Blogger.

NII-SAN Capítulo XVI Parte 1 "Muerto"



Base de MiaLove01 (DeviantArt) Dibujo original. (KadajSpira)



Estacionó en la cochera del subsuelo de la Industria. No había huido, jamás lo haría, sólo había salido sin dar aviso de ello. Había dejado al presidente y sus guardaespaldas atrás, no los necesitaba.

Apagó el motor sacando las llaves y volteó a ver su reciente logro; Kadaj. Este se había quedado dormido sobre el asiento del copiloto. Tenía la cabeza echada hacia un lado y respiraba levemente. Parecía estar exhausto, su sueño era profundo, apenas se oía su respiración.

Un tanto incomodó por ser capaz de despertarlo al bajarlo del automóvil, Sephiroth le quitó el cinturón de seguridad con cuidado. Pero cuando se proponía a darle la vuelta al auto para bajar a Kadaj, su teléfono celular sonó estrepitoso. Lo tomó con brutalidad y atendió para que deje de chillar. Ni siquiera había visto el número que le llamaba.

<- Sephiroth, ¿dónde estás? Te estuve buscando por todo Shinra, ¿no mataste a nadie verdad? ¿Ya estás sobrio al menos?>

- Zack… - atinó a contestar a la lluvia de preguntas que cayeron sobre él, recordando la última imagen que le había dejado al azabache; la de él caminando a pasos torcidos con su espada a cuestas hacia la oficina del presidente – Te dije que iría por Kadaj…

<- ¿Lo trajiste de vuelta?>

- Si – contestó cortante, acariciando el rostro del menor que se encontraba a su lado, con cuidado de no despertarlo.

<- ¿Y dónde estás ahora? ¿Ya estás en tu casa?>

- No, estoy en el estacionamiento. Subiré enseguida.

<- Déjame hablar con Kadaj antes… -> replicó el azabache aún preocupado por la seguridad del menor. Después de todo lo que Sephiroth le había relatado, tenía razones para dudar de sus cuidados.

- Se quedó dormido… y nadie te dio permiso para hablar con él, de todas formas.

<- Te esperaré en el gimnasio… hablaré con él cuando despierte-> cortó el móvil haciendo caso omiso a las actitudes sobre protectoras del cetra. Era algo común ya. Estaba acostumbrado a que Sephiroth fuera posesivo a toda hora en cuanto a Kadaj se tratase.

Por otra parte Sephiroth cerró su móvil un tanto molesto, notando como perdía autoridad tratándose de Zack.  Mucho más ahora que él conocía gran parte de lo que consideraba “su vida privada”. El cetra era por demasía precavido, y odiaba que la gente se le acercara demasiado; el azabache lo estaba haciendo y esto le provocaba un incontrolable rechazo.

Sin embargo, se propuso a continuar con lo que estaba haciendo y bajó dándole la vuelta al coche para abrir la puerta del copiloto. Con sumo cuidado tomó a Kadaj en brazos procurando no despertarlo y cerró la puerta empujándola lentamente con el pie; no le costaba cargarlo en lo absoluto. Kadaj tenía un peso pluma para él y se podría decir que hasta incluso le gustaba llevarlo en brazos, ya que el menor solía tomar una posición muy sumisa cuando lo hacía. Se acurrucaba buscando escondite cual minino asustado. Un hábito incontrolable que había adoptado en la infancia.

No lo despertó, sólo se removió un poco pegándose al pecho de su hermano tras un leve quejido; lo esperado. Besó sus labios sin poder resistirse, teniendo como consuelo que por ahora Kadaj no podía reprochárselo.

Caminó hasta el ascensor, cuyas puertas se cerraron al cruzar el lumbral. Tomó a Kadaj con un solo brazo, arrullándolo contra su pecho, para poder presionar el botón del piso de su gimnasio. La música comenzó a sonar, inoportuna como de costumbre, y Kadaj se removió quejoso por el ruido chillón.

-Tsk… maldita música – el mayor golpeó el parlante continuo a él haciéndole un profundo agujero y la música se detuvo. Había hecho más ruido del esperado, pero a Kadaj parecía gustarle el nuevo silencio que reinaba en el elevador, ya que volvió a posicionar su rostro contra el pecho de su hermano y le apretó la ropa suavemente con la mano, acomodándose para seguir durmiendo.

Sephiroth volvió a tomarlo con ambas manos mientras el ascensor abría sus puertas, encaminándose por el pasillo de luces bajas que comprendía la senda hasta su gimnasio. Entró siguiendo la costumbre, dirigiéndose directamente a su sillón, descubriendo que Zack lo esperaba allí.

- Quítate – dijo estando frente a él, autoritario y poco modoso como siempre.

- Veo que ya eres el mismo… recuperaste tu singular humor – sonrió Zack levantándose del sillón para dejarle paso.

Sephiroth recostó a Kadaj con cuidado, acomodando un almohadón bajo su cabeza, asegurándose de que pueda descansar cómodamente. Se quitó su tapado de cuero negro, dejando así su torso desnudo, y lo tapó con la prenda. Una vez convencido de que estaría bien caminó hasta uno de los sillones más pequeños y se sentó quedando frente al sofá donde descansaba su hermano menor; vigilando su sueño con cierta obsesión.

Zack miro con atención cada uno de sus movimientos, apreciando los cuidados que el cetra le otorgaba al menor. Le fascinaba lo atento que podía ser Sephiroth cuando se trataba de Kadaj. Esa era una de las razones por las que todavía no podía asimilar el hecho de que hubiera dañado al pequeño albino; que le hubiera hecho algo tan mundano, sin prestar el mínimo interés en el rechazo que seguramente le habría ocasionado a Kadaj.

- Aún me debes algunas respuestas… - le comunicó el azabache acercándose hasta donde estaba Sephiroth.

- Creí que querías hablar con Kadaj

Zack sonrió al notar como pretendía esquivar sus preguntas. Era de suponer que prefería no hablar sobre lo que estaba apunto de plantearle, pero aún así no tenía intenciones de quedarse con las dudas. Se sentó en otro de los sillones más pequeños que estaba junto al del albino y se relajó.

- ¿Cuándo fue? – su sonrisa se borró al acabar con la pregunta, ya que pudo ver algo que jamás había visto en Sephiroth; flaqueó. Sus ojos buscaban apoyo, algo en que concentrarse porque vacilaba demasiado entre responder o no. Nunca lo había visto dudar, él siempre le decía las cosas tan crudas como eran.

- … Fue antes de que nos conociéramos… - al final se decidió por darle una respuesta imprecisa con el animo de retrasar su reacción, y mantenerlo alejado del tema.

- Pero eso fue hace bastante… - reaccionó entonces al calcular la edad – ¡¿Kadaj tenía menos de 10 años?! – Por más que había intentado preparar sus reacciones para no actuar de forma impulsiva y alarmante ante las posibles respuestas, en ese momento le fue imposible controlarse. Estaba absorto – Tú… ¿qué sientes por él? – preguntó en un intento por ubicarse.

- Lo amo – sentenció seguro esta vez. Sin titubear ni vacilar, dirigiéndole la mirada indiferente de siempre.

Zack se quedó prendido en su mirada, intentando digerir sus palabras. Era imposible ver en Sephiroth la verdad y la mentira; sus reacciones siempre eran inmutables e indiferentes ante cualquier pregunta. Por lo que la duda rondaba por su cabeza.

- ¿Y Kadaj… te ama?

- … Así es.

Otra vez había vacilado la respuesta, dejando que un amargo silencio circulara por la habitación mientras que ambos posaban su mirada en el menor que descansaba sobre el sillón frente a ellos. Apenas se le escuchaba respirar… sumido en un profundo sueño.

- Siempre estás pendiente de él… de lo que esta haciendo, con quién esta, a donde va. Siempre estuviste detrás de él, ¿verdad?... Lo que yo consideraba “sobreprotección” era “obsesión” en realidad.

- ¿Obsesión? – repitió el cetra volteando hacia el azabache con un notable tono disgusto. Al parecer no estaba de acuerdo con la definición que había dado Zack sobre sus sentimientos por Kadaj.

- No creo que sea amor…

- Lo es

- Si lo fuera te hubieras preocupado más por los sentimientos de Kadaj… te hubieras esforzado más por comprenderlo. Porque si no lo entiendes, no lo amas por lo que es en realidad, sólo amas una cara bonita… - la “acusación” de Zack había sido cortante y con animo hiriente, aunque a Sephiroth no pareciera afectarle. Al azabache no le gustaba en lo más mínimo que el albino hablara terminantemente de sentimientos que ni siquiera comprendía.

- ¿Cuál es la diferencia?…  Me gusta el rostro de Kadaj y también su cuerpo.

- ¡¿Lo ves?! ¡A eso mismo me refiero! Te lo demostraré.

La paciencia de Zack parecía inagotable. Por más que las respuestas de Sephiroth lo hicieran rabiar, insistía en hacerle entender que no sólo importaba lo superficial. Porque sabía que intentar convencer al cetra de que debía dejar a Kadaj en paz, era simplemente imposible. No había quien le hiciera cambiar de opinión a esa acumulación de orgullo y egoísmo que hacía llamarse Sephiroth.

Se levantó del sillón en el que se encontraba y camino hasta una de las botellas de whisky que todavía se hallaba tirada en el piso. La tomó y la llevo hasta donde se encontraba Sephiroth, quien lo miraba indiferente aunque también curioso por dónde posaba la mirada.

- Imaginemos que Kadaj es una botella de whisky…

- ¿Lo comparas con esa cosa tan inmunda?

- Si fuera inmunda no te habrías bebido todas esas… - reclamó Zack señalando las botellas regadas por el piso – Ahora concéntrate en lo que digo… Kadaj es esta botella de whisky ¿Porqué la compraste?

- ¿Qué?

- Contesta, ¿por qué compraste está botella de whisky y no otra?

- … Por la etiqueta…

El azabache se quedo callado mirando al cetra quien no parecía comprender la lógica en sus palabras y por ende, no comprendía el peso que le había dado a su respuesta.

- Bien… entonces, tomaste la botella porque te gustó la etiqueta. Una vez que la abriste y bebiste el contenido… - explicó para luego arrojar repentinamente el envase contra una de las paredes cercanas; rompiéndolo en pedazos y a la vez causando un gran estruendo.

Sephiroth se levantó con una mirada amenazadora que dirigió a Zack y luego a su hermano, quien se volteó molesto por el alboroto para seguir durmiendo. Por suerte no había despertado, pero eso no evitaría que el cetra descargara su descontento contra el soldado.

Se aproximo con la mirada asesina que sólo él poseía, extendiendo ya una mano al cuello del azabache para “castigarlo”. Sin embargo, Zack se adelantó.

- Eso es lo que le hiciste a Kadaj – señaló la botella sin mostrar una pizca de miedo por el estado anímico de su amigo. Tenía bien claro lo que quería expresar, y un simple ataque de ira no se lo iba a impedir. – Lo buscaste por su rostro y cuerpo, por su “etiqueta”. Cuando obtuviste lo que deseabas de él… te aburriste. Ya lo habías vaciado; obtuviste todo lo que querías. Así que lo alejaste como yo alejé a la botella, y Kadaj quebró – se acercó a la pared para recoger los pedazos de cristales y los puso delante del mayor - ¿o me equivoco?

El cetra no respondió, sólo miró los vidrios en las manos de Zack con el típico desprecio con el que solía mirar todo y a todos. Finalmente parecía estar entendiendo, o eso aparentaba.

- Tú no lo amas…

- Si lo amo – sentenció tercamente como de costumbre, a pesar de las pruebas y la certeza de las palabras del azabache. Convencerlo nunca se consideró una tarea fácil, pero esa actitud superaba lo imaginado por el soldado. Sus palabras no tenían argumento, sólo eran una sentencia sin valor que se contradecía a sus acciones.

- Bien, supongamos que tienes razón… Cometiste un error. – esta vez, Zack caminó hasta las botellas que se encontraban detrás del sillón negro y tomó una de las pocas que quedaban llenas. – Te equivocaste y lastimaste a Kadaj sólo un poco – golpeó el envase levemente contra la pared haciendo que se raje el cristal y el whisky comenzara a derramarse - ¿Comprarías esta botella? – La puso delante de él como si de un juicio se tratase.

- No – contestó seguro recalcando la “hipótesis” del soldado.

- Así dejaste a Kadaj, y con lo superficial que eres, no podrás amarlo. Déjalo en paz.

Finalmente el albino perdió lo estribos y tomó al azabache por la ropa de forma amenazante y violenta. Mostrando de a poco su enojo; única emoción palpable en su rostro.

- No eres nadie para decirme lo que tengo que hacer. Kadaj me pertenece y puedo hacer lo que se me plazca con él. – pronunció con una voz más ronca, llena de ira.

- De acuerdo, tienes razón – Zack aun se mostraba calmado y sereno, no solía reaccionar ante esos impulsos tan comunes del albino – Sólo déjame decirte que si sigues mirando a Kadaj superficialmente volverás a lastimarlo, y cuando lo hagas, terminará peor que ahora.

El cetra lo soltó con desgana y se acercó a su hermano menor con una apariencia indiferente, aunque los que lo conocían bien, sabían que aquellas palabras lo habían dejado pensando.

Se agachó para estar a la altura del más pequeño, que seguía durmiendo placidamente como si los minutos fueran horas, en su mundo, lejos de volver a sufrir por un amor despechado; y le apoyó la mano sobre la cabeza en forma de caricia.

- No volveré a lastimarlo… Ya te había dicho antes, que voy a ganarme su cariño, no voy a arrebatárselo esta vez.

Finalmente una respuesta que consiguió aliviar un poco al soldado. Una señal de que Sephiroth podía utilizar su “orgullo” cual virtud para alcanzar una meta, y no tan solo como símbolo de su actitud pedante. Era decidido y de eso no cabía duda. Tal vez a veces fuera víctima de sus caprichos, pero no era posible juzgarlo. El cetra no conocía los términos medios, era extremista en todos los sentidos, “si no amaba odiaba”.

El azabache divagó con aquella última frase, mirando al joven albino por el rabillo del ojo. ¿Eso pasaría si Sephiroth no conseguía ser amado? ¿Terminaría odiando a su hermano?

No… no lo permitiría.

Una voz femenina resonó en los parlantes del gimnasio, pidiendo la presencia de Sephiroth en el departamento de investigación. El cetra le dirigió una última mirada a su hermano menor, quien se removió quejoso en el sillón hasta que el mensaje dio fin. “Cuida de él” dijo antes de salir de la habitación sin esperar respuesta.

-… Eso haré…- dijo en símbolo de una promesa a futuro. Desde ahora, se encargaría de cuidar a Kadaj.






Sephiroth abrió la puerta del departamento de investigación encontrándose con la dueña de la voz que lo llamó por los parlantes; Lucrecia.

-¿Qué quieres?- interrogó cortante y poco modoso a la mujer que apenas había desviado la vista del computador para verle.

- Necesito tu ayuda para liberar la habilidad de Riku – respondió ella mientras ajustaba un par de cosas y se dirigía al tablero donde diagnosticaba a su hijo – y antes que digas que no, debo mencionarte que mis pedidos están autorizados por el presidente Shinra, por lo que ahora puedes considerar esto como una orden.

La mujer era claramente tan autoritaria como Sephiroth, casi se podía ver salir chispas de estas personalidades tan chocantes. A ninguno de los dos le caía bien el otro, por lo que su relación no podía pasar de una mera cuestión entre “compañeros de trabajo”, a pesar de que Lucrecia, era la madre adoptiva de Kadaj.

El cetra no conocía el respeto y la científica carecía de tolerancia, por lo que se defendía, usualmente, tajeando su orgullo… donde más le dolía. Sabía perfectamente que recibir órdenes de un humano sacaba otra mirada en Sephiroth… una de resignación, tal vez.

Pero no, Sephiroth la miró desafiante, pareciendo probar sus límites, entonces Lucrecia cambió de estrategia.

-No es un trabajo tan pesado… Hasta incluso puede llegar a gustarte.- exclamó compartiendo una mirada con el albino, desafiándolo como si estuviera tratando con un animal de instintos.- Tu tarea, es hacer enojar a Riku.

Las tensiones bajaron. La mujer había disparado en el lugar correcto, aunque la culpa de saber que puso a su hijo de por medio para lograrlo, le hacía cosquillas en el pecho.

Sephiroth se acercó al panel para mirar a través del vidrió polarizado. Allí se encontraba Riku, en el medio de la habitación sentado en una silla metálica con una luz blanca sobre él, como esperando ser torturado. Aquel escenario era de su agrado, lo suficiente como para aceptar el micrófono que le pasaba Lucrecia.

-Enfurécelo… - ordenó la mujer mirando el tablero.







Riku mantenía los ojos cerrados con fuerza buscando en su interior aquella habilidad que ni siquiera sabía a qué se parecía. No tenía idea de lo que buscaba, no sabía ni siquiera donde buscar… La misión parecía imposible; para él todo lo suyo era normal, ¿cómo saber qué de lo suyo no era normal?

Suspiró abriendo los ojos para ver el suelo. No era el agua, por lo que ser el opuesto de Sephiroth no era opción. ¿Y si en realidad era el complemento de esa persona a la que tanto odiaba? Apretó los puños de sólo pensarlo, no quería nada con él. No deseaba ni siquiera compartir el mismo aire con aquella persona. ¿Pero se podía huir de esta clase de cosas?

- Débil - resonó en los parlantes, irónicamente, esa voz tan odiosa que parecía haberle leído la mente.

- ¿Qué haces tú aquí? – interrogó reprimiendo la violencia que volvía ronca su voz; quería matarlo, descuartizarlo.

- No tiene caso que busques tu patético don, jamás serás lo suficientemente bueno para “él”. Sigues siendo un cobarde, no lo mereces. No puedes protegerlo.

- ¡Cállate!  - el sistema de monitoreo de Riku comenzaba a mostrar actividad, señal de que habilidad estaba aflorando lentamente, razón por la que Lucrecia alentó a Sephiroth a continuar.

- Hm, él tiene mi marca. Es mío por ello y no te permitiré profanarlo… - “continua” decía Lucrecia viendo el fruto de su trabajo en los monitores- No puedes tirártelo, ni siquiera tienes el cuerpo para hacerlo gemir.

La  mujer se volteó atónita ante tales palabras, ya no sabía de qué hablaban.

- ¡¡Cierra la boca!! ¡Para tu información yo no me lo tiro a él! ¡¡El me tira a mí!!

Ahora ambos en la cabina se habían callado. Lucrecia simplemente no se movía no podía reaccionar, mientras que Sephiroth transformaba lentamente su mirada. Hasta el punto en que no pudo retener la ira. Rompió el vidrió que lo separaba de Riku golpeando de forma seca con su codo, y se metió en el área del menor, dispuesto a matarlo sin dudar.

- ¡¿Te acostaste con él?! – lo tomó de la ropa y lo golpeó sin piedad. No necesitaba la respuesta, con matarlo era suficiente.

Riku se cubría de los golpes sin mucha efectividad, Sephiroth claramente tenía más fuerza y no podía zafarse, pero eso no iba a hacerlo menos. Comenzó a reírse en su cara, provocando a su hermano mayor, repitiéndole que “sí lo habían hecho”, que se había acostado con él, que lo había hecho feliz. Sin embargo, no se debe jugar con fuego, si no te quieres quemar.

Sephiroth tomó su cabeza golpeándolo contra el piso y luego lo arrojó cruelmente contra una de las paredes.

- Ríe ahora… - dijo haciendo levantar la temperatura en el cuerpo de Riku. Haciéndole sentir un calor que pronto se volvió insoportable. Quemaba…

Riku intentaba apagar aquel fuego que quemaba su piel, pero no podía, el daño, era interno. Se retorcía en el piso gritando agonizantemente, desgarrando sus cuerdas vocales en un intento de aliviar el dolor, pero su temperatura seguía aumentando. Sephiroth iba a matarlo; iba a incinerarlo.

¿Había valido la pena su lucha? Tanto esfuerzo, tanta perseverancia, para acabar en la “hoguera”; asesinado por su propio hermano.

El dolor lo abrazó por completo, acercándolo a la locura. Tenía miedo, ahora si tenía miedo. No quería morir, no sin antes haberse disculpado con “él”. Quería rogarle, suplicarle que pare, que lo deje vivir. Pero se  mordió la lengua en el último instante.

-          “El dolor es momentáneo, el orgullo es para siempre”- Se repitió en su mente un par de veces.

Sephiroth iba a matarlo, y si tenía que morir, no lo haría como un cobarde. No se arrodillaría ante él para acabar como un infeliz. Amaba a Kadaj, y moriría demostrándolo. Refregando en la cara de Sephiroth cuanto se amaban ellos dos. Demostrándole que podía ser más que él. Y que con suerte, su muerte serviría para que Kadaj termine realmente odiando al mayor.
Sonrió.

“-No me arrepiento de nada-” pensó resignándose a su destino.






-¡¡¡Sephiroth!!!

El aludido se detuvo en seco al dirigir su mirada a aquella voz afligida que había gritado con desesperación su nombre. Ahí estaba “él”, junto a una Lucrecia a la que le temblaban las manos al ver con espanto lo que quedaba de su hijo. Agitada, ella había corrido a llamarlo. Y ahora Sephiroth se encontraba reflejado en los ojos acusadores de Kadaj.

El mayor sabía lo que había hecho, sabía que no iba a perdonarlo ni hoy ni mañana. Había tirado su haz a las brasas y apostado con un par de doses en un juego con pierna de reyes.

Kadaj pasó junto a él sin siquiera mirarle y corrió para caer de rodillas junto al cuerpo abatido de Riku. Lloraba, llenándolo de lágrimas que eran engordadas por las plegarias de un despertar que no era escuchado.

Lucrecia se le unió, pero retenía su sollozo intentando en vano aplicarle primeros auxilios. No respiraba. Y Kadaj lo sabía. Los paramédicos de Shinra se hicieron presentes, prestándole servicios a la científica. Pero al registrar el estado del cetra, simplemente negaron.

Finalmente Kadaj lo miró; posó sus ojos verdes azulados en los grises de Sephiroth y se le acercó. Su mirada era triste, pero sus ojos, se veían más grandes de lo normal. Sus pupilas estaban dilatas. El mayor no pudo descifrar el sentimiento hasta que lo sintió venir… Ira.

Lo golpeó en la mejilla derecha con la palma abierta, dejándole ver la frustración e impotencia que sentía. Deseaba lastimarlo tanto como él había lastimado a Riku, deseaba asesinarlo. Intentó volver a golpearlo, esta vez a puño cerrado, pero Sephiroth detuvo su mano.

-¡¿Cómo pudiste?! ¡¡Era tu hermano!! ¡¡Tu propia sangre!! – el menor no podía creerlo; no podía entenderlo. Su pesadilla no se había acabado, sólo había empeorado.

El mayor no decía palabra alguna, no tenía excusa esta vez. No una que convenciera a Kadaj. 

No sabía cómo hacer que lo perdone esta vez.

Los médicos pasaron a su alrededor arrastrando a una Lucrecia irreconocible, fuera de la sala. Lloraba desconsolada, gritaba y forcejeaba para zafarse, repitiendo que lo dejaran salvar a su hijo. La voz de Kadaj se mezclaba con la de ella, gritando en busca de una explicación, insultando, intentando golpear al mayor a toda costa. Por un momento parecía que todo pasaba lento junto a ellos, el mal momento se hacía irónicamente extenso. Había perdido. Esta vez realmente había perdido. Miró el cuerpo inerte de Riku con asco; envidiando que aún después de fallecido, Kadaj siguiera atado a él. Matarlo no había sido suficiente; nada lo era. ¿Qué solución podía darle a esto? ¿Cómo calmaría a su hermanito?, que no cesaba en su intento de abofetearlo. ¿Cómo se lo ganaría ahora?







-…Hijo… - la voz de Lucrecia los hizo volver a la realidad. Ya no gritaba, ya no forcejeaba…

Sephiroth levantó la mirada para cruzarla con Riku, que había dejado a su lado dos paramédicos ensangrentados y se levantaba tétricamente, clavándole una mirada vacía. 

Como si su alma le hubiera sido arrebatada. ¿Estaba vivo?

- Nii-san… - pronunció Kadaj efectuando un pequeño paso hacia él. Pero fue detenido inmediatamente por Sephiroth, quien tiro de su brazo para ponerlo detrás de él, buscando protegerlo - ¡¿qué haces?! – se quejó el menor clavando los dedos en la mano que lo aprisionaba.

- Ese no es Riku…- aseguró el de ojos grises sin quitarle la vista de encima al cetra que tenía en frente.

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